En la semana del primero de Mayo suena algo obscena la reflexión del título. Como cuestionadora de tensiones y luchas. Desnudando el reparto de juego entre propiedad, trabajador, jefaturas y sindicatos. Y de algo de todo esto está embarazado este post. Amenazo, sin conocer aún el tono y forma de lo que continúa tras esta frase, que discurriremos por la frontera del placer y el dolor de una cosa y de la contraria. Porque, desde mi mirada, que nos guste nuestro trabajo no puede estar exento de cierta tensión.
Os ocurrirá también a vosotras. Miramos a otras personas e imaginamos sus vidas. Y yo ¿podría trabajar en ese puesto? Haciendo fotocopias, limpiando pescado, dando masajes, atendiendo una mercería, como técnico de una administración pública, como arquitecta de renombre, artista conceptual, … En prácticamente todas las comparaciones sale ganando mi actual desempeño. Realmente considero que tengo un muy buen trabajo. Me gusta mi trabajo.
Hay algo de «traje hecho a medida». Cliente de una sastrería autoreferente. Un comercio clásico lleno de telas adecuadas a la climatología, el entorno y todas sus vicisitudes. La decisión sobre las prendas a ajustar y elaborar son fruto de conversaciones donde las necesidades y oportunidades tienen un lugar destacado, conscientes de caer en un cuerpo, el mío.
También fantaseo sobre los curriculums vitales: ¿cómo es que acabaron haciendo lo que hacen?, ¿en qué momento se encontraron con bifurcaciones?, ¿dónde se situarían de haber tomado el otro camino?, ¿cuántas puertas están aún por abrirse?, ¿se atreverían a cruzar el umbral si los llevara a un lugar suficientemente diferente?, … Y cuando fantaseo con estas biografías laborales también pienso en la mía. Me ocurre que, por conocido mirar hacia atrás no me produce excesiva curiosidad. Como esto del agua que pasó y ya no mueve molinos. Podría entonces dedicar energías a cualquiera de los instrumentos de diseño de futuros improbables que tanto nos gustan pero ando desengañado. Presencia sigue siendo una llamada que me convoca. Y en cada oportunidad, en cada nuevo posible proyecto me pregunto: ¿en esta iniciativa quiero dedicar mi tiempo en los próximos meses?, ¿es aquí donde puedo aportar?, ¿es en esta línea que me interesa profundizar, investigar y aprender?, repitiendo este tipo de proyectos; ¿en qué nuevo ciclo voy adentrándome? Porque si, no hay un año exactamente igual que el otro y la suma de proyectos conforman una suerte de metaproyectos que te definen, te presentan de una manera determinada al mundo de lo posible. Proyectos llaman a proyectos.
Famosas son las “trabacaciones” de Julen. Amalio ha reflexionado en alguna ocasión sobre los equilibrios entre la vida personal y profesional en su blog. Apasionados y apasionadas este mundo tiñe el resto. Cuando un proyecto nos ocupa, cada referencia, experiencia, conversación se convierte en arena para la investigación. Toda nuestra vivencia y experiencia se pone al servicio del proyecto. No sabemos hacerlo de otra manera.
Además, andar en bicicleta puede ser una puerta de acceso a un nuevo proyecto, el baloncesto metáfora de construcción de marca, la pintura velada nos ayuda a revelar intangibles, dibujar un #dibucedario lleva a una vuelta de tuerca más a la perspectiva sistémica en el trabajo con organizaciones, …
Conocemos también la necesidad de suspender la actividad y permanecer. En ese momento nuestra cabeza conecta lo garabateado para dibujar lo nuevo. Correr y conectar con el cuerpo de una manera más consciente. Ralentizar, congelar la imagen de consultores que favorecen cambios para reconocer lo que permanece. Cuidar a las personas que tenemos cerca. Sentir un poco más que pensar, … Lo comentaba esta mañana con un amigo. Abrir el melón de la crisis de los cuidados es necesario y revolucionario. Hay algo en nuestra manera de seguir dando vueltas a la rueda que nos sigue haciendo parecer ratoncitos. Así me siento cuando la realidad te pide parar y cambiar el orden de prioridades. Aprenderemos, queremos hacerlo.
Continuando con esto de decir una cosa y la contraría, leía hace un par de días a Marina Garcés sobre el derecho y el disfrute a pensar en época de descanso. Me gustaría compartir con vosotros parte de ese texto del libro “Fuera de clase” pero estoy fuera de casa y en mi maleta hoy me acompaña Austerlitz de W.G Sebald. Leer… Una afición que compartimos en esta red de artesanos y artesanas. Leer como si hubiera un mañana. Leer a veces para escapar, otras para comprender, para poner palabras a lo que estaba cogiendo forma antes en la experiencia. Leer y escribir.
Hemos conversado en algunas ocasiones sobre el libro de Frederick Laloux “Reinventando las organizaciones”. Junto a la autogestión y la definición de, lo que él llama, «propósito evolutivo» dibuja un tercer vértice; “Plenitud”. Cuando pensamos en las organizaciones y las personas que trabajamos en ellas les deseamos lugares y tareas que les permitan conectarse con sus potencialidades y deseos. No corremos a abrazar el “PauloCoelhismo”. Protegemos y cuidamos de las entregas y streapteases en contextos adversos pero también sabemos que el primer paso para construir un equipo es una declaración de vulnerabilidad “Solo no puedo”. También sabemos del placer de estar conectado con lo que realizas. Y sí, nos gusta nuestro trabajo.
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Y todo esto sabiendo que solo pasamos por aquí una vez. Sea como sea, tenemos la obligación de usar el tiempo del que disponemos para dejar a quienes vengan detrás algo mejor que lo que nosotros encontramos.
Me he vuelto a leer un par de veces. Creo que desde la mirada de una persona que este abriendo ahora su proyecto profesional puede sonar irreal. Como desapegado de su experiencia. Experimentar, aprender,… ¿No trabajamos para ganar dinero? 😀 Y también creo que suplimos con entusiasmo un contexto que invita al doble salto mortal sin red. Comparto contigo tu comentario y también me lleva a conectar con esta otra parte de la realidad laboral.
A ti te gusta tu trabajo, no cabe duda, pero mas todavia «esto de decir una cosa y la contraria». Es un sello con el que vas grabando, cada vez mas profundo, la identidad de todo lo que escribes. A mi me mola la relatividad, pero reconozco que tanta, a veces, me sobrepasa. Necesito, como sabes, simplificar y posicionarme con claridad en algun cuadrante. Seguro es una limitacion mia a la hora de gestionar la complejidad. Tu, en cambio, habitas estupendamente en ella.
Volviendo a lo de gustarle a uno el trabajo, coincido contigo en que somos unos privilegiados con este «traje a medida» que nos hemos fabricado. Es un merito nuestro y tambien gracias a una pizca de suerte. Lo mejor de todo es que se nota que disfrutamos y eso se agradece. Un abrazo!!
¿Cómo escapar de esta tensión? Todavía podría dar más vueltas a esta historia. Compro, me gusta mi trabajo, nos gusta nuestro trabajo. Cuando escribisteis la declaración y la firmamos en primicia 😀 era una sentencia provocadora. Frente a una manera de ser consultor más mecánica, fabril y desapegada esta idea era diferenciadora. Hoy suena a muchas otras músicas, entre ellas algunas que no nos gusta bailar. No sé cual pudiera ser una actualización de esta mirada. Cuando me declaro fan de mi trabajo necesito también levantar alguna precaución, quizás por guardar las apariencias y no parezca que bailo las canciones más «new age». 😀
Una duda para los 3 (y/o para quien se sume):
a) ¿nos gusta CÓMO trabajamos?
b) ¿nos gusta EN LO QUE trabajamos?
c) ¿nos gusta PARA LO QUE trabajamos?
Porque creo que en este mar de dudas es donde quizá cada pregunta adquiera más sentido en todo ello.
Porque disfruto con mi trabajo pero a veces, unas cuantas además, SUFRO como un bellaco en ello. Y me duele. Y no sé si es porque lo que hago no me gusta, o cómo lo hago o para qué lo hago.
Hay algo ahí del trabajo que a mí me sigue fascinando: no sé si es en lo QUE trabajamos o en el CÓMO trabajamos… que creo es lo último.
Hay algo de todo. Probablemente queramos cambiar la manera en que otr=s trabajan en el QUÉ, quizá por eso sufrimos tanto, nos damos algún que otro batacazo. Pero eso es lo grande. Las dudas, los miedos y las tan pocas certezas. El descubrir esos caminos inexplorados porque ya aprendimos antes cuando exploramos otros. Quizá sea este espíritu el que nos alberga.
Gracias por recordarlo