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En estos días en los que el calor empieza a apoderarse de mis neuronas y el sudor invade el 99% de los pliegues de mi cuerpo, he decidido que era el momento ideal para compartirte algunos pellizquillos de información sobre un tema que me trae de cabeza como es el del aprendizaje autónomo


Nota – Si tiempo es lo que te falta, puedes pasar directamente a leer las 10 pautas que encontrarás al final del post sobre cómo puedes potenciar un itinerario para aprender de manera autónoma con ciertas garantías de éxito (el porcentaje lo tendrás que poner tú).


Igual te preguntas, ¿y eso ahora, a santa de quién? Creo que julio y agosto, al igual que enero, son meses en los que los buenos propósitos se suceden en las cabezas, en ocasiones como estrellas fugaces que pasan, las ves y las dejas seguir su trayectoria; y, en otros momentos, como satélites que se quedan ahí, volteando la órbita cerebral a la espera de que les mandemos un mensaje o varios para que se decidan a aterrizar y tangibilizar. 

En mi caso, la pregunta: ¿cómo me pongo fit para ser mejor consultora?, adopta el formato de un himno recurrente en los albores de los días de temperaturas cálidas. Por eso, en este post, te comparto mi versión beta del entrenamiento autónomo que llevo a cabo para poder seguir manteniendo un buen ritmo en mi día a día como profesional de la consultoría, hecha con rigor (y humor).

Llevar a cabo un buen aprendizaje autónomo, que me sirva para reinventarme como consultora artesana (como Lady Gaga o la reina del pop Madonna) implica que tengo que desarrollar mi capacidad para aprender con autonomía a lo largo de toda mi vida, según mis necesidades y motivaciones. Así, a partir de una reflexión crítica, tengo que, por un lado, encaminarme hacia una mejor elección de recursos (in)formativos*; y, por otro lado, a una correcta inversión de mi tiempo, mis acciones y mi esfuerzo para evolucionar mis conocimientos. ¡Ahí es nada!

Cuando tengo unas ganas imperiosas de darle un giro en positivo a mi autoaprendizaje, empiezo planteándome cuatro acciones:

  • Acción 1 – Identifico mis agujeros negros o necesidades, así como mis deseos de aprendizaje para poder convertirme en una consultora artesana top ten.
  • Acción 2 – Busco fuentes de información y experiencias que me ayuden a aprender de lo que quiero. Esto implica que tengo que explorar en la web y entre mis redes, y convertirme en una buena curadora de contenidos.
  • Acción 3 – Invierto tiempo, esfuerzo y práctica para (in)formarme. Lo confieso, en algunos momentos, ese tiempo, ese esfuerzo y esa práctica se ven menguados parcialmente o resituados debido a los famosos “imprevistos”, tanto personales como profesionales. Por eso me toca respirar hondo, sacar el rotulador, recolar actividades en mi particular diario de aprendizaje y ser flexible.
  • Acción 4 – Me autoevalúo, sin mano dura, pero sí con unos criterios de valoración objetivos que me permitan saber dónde estaba, hasta dónde he llegado y qué me queda aún por aprender de lo que me había propuesto. A partir de esta ev(o)aluación constructiva (donde lo de fustigarse, no ha lugar), tomo decisiones sobre cómo seguir con mi particular proceso de aprendizaje para ser mejor profesional.

Los dos pares de acciones anteriores los combino con lo que se conoce con el nombre de metacognición (o cómo aprendo a aprender). Aquí pongo en juego tres tipos de conocimientos:

  1. Conocimiento declarativo: que me ayuda a saber cómo aprendo mejor, qué es lo que “me va, me va, me va”.
  2. Conocimiento procedimental: que me permite identificar de qué manera pongo en juego diferentes estrategias para aprender.
  3. Conocimiento condicional: que me da pistas sobre cuándo y para qué aplico una estrategia específica para integrar un aprendizaje concreto.

Además, de los conocimientos anteriores, “domar” (o controlar) mi metacognición me exige activar procesos de regulación (o de control y conciencia sobre mis acciones). Concretamente, activo (como buenamente puedo) tres elementos:

  1. Planificación: mediante la que determino las actividades que voy a llevar a cabo antes de iniciar mi proceso de aprendizaje. En este momento: elijo en qué espacios y tiempos aprendo mejor, dibujo mi cronograma, establezco metas y las ordeno siguiendo unos criterios de prioridad propios, identifico las acciones que tengo que llevar a cabo, organizo ideas (echando mano de algún recurso visual como un mapa mental o una infografía) y concreto las relaciones entre mis conocimientos previos y los nuevos que deseo adquirir.
  2. Monitoreo: que ejercito en el “durante” de mi aprendizaje para ver “qué tal va la cosa” y en función de la respuesta, ver cómo reconduzco mi proceso para aprender más y mejor desde un estadio temprano (para que luego no me encuentre con sorpresas desagradables al final de mi viaje de aprendizaje). Controlar y supervisar serían los verbos asociados a este elemento. En este punto de mi itinerario de aprendizaje: vuelvo a resituar tareas, me pregunto si tengo claro lo que tengo que hacer, así como lo que estoy aprendiendo, valoro en qué medida estoy consiguiendo los hitos que había previsto, fijo mi atención (selectiva) en determinados conceptos de aprendizaje que debo consolidar y voy aplicando sobre la marcha los cambios que considero necesarios para poder cumplir todos mis objetivos con nota.
  3. Evaluación: que tiene para mí un carácter finalista. Aquí me siento en un lugar tranquilo y analizo con ojo crítico las evidencias/resultados de aprendizaje y también cómo me he sentido y qué ha pasado durante los minutos u horas en las que he pulsado mi botón de “modo aprendiendo”. Con un poco de perspectiva, me pregunto y reflexiono (con un café entre manos): si he conseguido mis objetivos en el tiempo que había previsto y en qué medida, qué cosas haría diferente y cuáles mantendría en una situación de aprendizaje similar y corroboro lo que sí y lo que no trabajé durante mi proceso de aprendizaje. A partir de lo analizado, tomo nuevas decisiones que me ayuden a esbozar cuál o cuáles son mis siguientes rutas de aprendizaje, que parten de cero o que se conforman como atajos, bifurcaciones o salidas de otras ya iniciadas.

Como ya sabes de mi relación abierta con las tecnologías, la gran mayoría de acciones que te he compartido más arriba las combino con el uso de ciertas herramientas disponibles en la nube que me permiten:

Por aquí te dejo las 10 pautas prometidas para que este 2022 se convierta en el año en que tu aprendizaje autónomo se desmelenó y te permitió sumar puntos a tu perfil profesional.

  1. ¡Menos es más! Evita caer en la tentación y dale una vuelta a aquello que quieres aprender, considerando tu situación personal y profesional (limitaciones y posibilidades). ¡Lleva a cabo una inversión segura!
  2. Establece metas de aprendizaje posibles y a corto plazo, buscando el formato que mejor te encaje.
  3. Responde a tus expectativas y necesidades sin perder el norte (intenta ser realista para evitar frustraciones).
  4. Equilibra el aprender por placer y el aprender por deber, siempre que te sea posible.
  5. Busca y guarda con (tu) orden recursos (in)formativos de calidad, válidos y actuales.
  6. Cuida tu red personal de aprendizaje, nútrela de manera regular y también, ¡déjate cuidar! 
  7. ¡Pa fuera el egoísmo! Ya conoces eso de que quién parte y reparte se queda con la mejor parte. ¡Expande tus conocimientos y comparte lo que sabes!
  8. Escoge la o las tecnología/s con fundamento y con una curva de aprendizaje rápida. Intenta que sean accesibles, fáciles de gestionar y que te permitan actualizar informaciones y recursos con facilidad.
  9. ¡Cuidadito con la “titulitis”! Apuesta por la “consoliditis”, es decir, dedica tiempo y experiencias para afianzar (interiorizar y aplicar a situaciones reales) tus aprendizajes.
  10. Recompénsate por tus éxitos. Saborea la consecución de tus objetivos de aprendizaje y… ¡tómate un kit-kat!

Y para ti, ¿cuál es tu secreto mejor guardado para aprender y ®evolucionarte como profesional? Ya me dirás. Te leo en los comentarios.

¡Supervive tus vacaciones!😎

P.S. Por si el tema del aprendizaje autónomo te interesa y echas de menos los Cuadernos Santillana, te dejo cuatro lecturas de verano.


*Te soy sincera, aún no he encontrado ninguna experiencia de aprendizaje que pueda responder a todas y cada una de mis expectativas como consultora que desea (de)formarse para ofrecer un mejor acompañamiento en los proyectos en los que me implico. Por eso, lo de recursos (in)formativos varios. Si tú sabes dónde se encuentra la formación-piedra filosofal para aprender lo que yo quiero y como a mí me gusta, ¡compárteme tu secreto, por favor!
Ana Rodera
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