Reconozco que la pregunta puede resultar extraña. Todo proceso de consultoría que se precie, debe tener su informe final. Casi podríamos cuestionar si es necesario o no cualquier proceso de reflexión, escucha y participación previa, pero tras recabar las consiguientes preguntas lo que viene después es responderlas y, además, dejar negro sobre blanco la hoja de ruta para los siguientes pasos.
No sé en cuántas ocasiones, pero han sido varias, me han pedido llevar a tierra un informe redactado con anterioridad por una consultora clásica. Las líneas estaban reflejadas con bastante concreción pero hacía falta traducción, compartir con los actores y actrices principales, reforzar sus competencias, salvar inercias… aspectos estos de los que poco o nada se reflejaban en las decenas de páginas del informe.
Además, y sigo justificando cierta mirada crítica al informe, no sé cuántos de los que he podido escribir han contribuido a mucho más de lo que lo había hecho el proceso anterior al mismo. Pienso ahora mismo en una conversación con un gerente de una cooperativa que me reconocía que hizo mucho hincapié en la necesidad del texto cuando no lo han vuelto a consultar más. Y estoy hablando de un proceso con una muy buena sensación, un trabajo pertinente y movilizador. “Lo importante ya había sucedido durante el proceso” me decía esta persona.
Muy a menudo lo suelo decir a lo largo del proceso: “No esperéis a leer esto que estamos conversando en un informe. Si veis algo en lo que podéis modificar ya vuestras maneras de estar en la organización; hacedlo. Si veis a otras personas probando a hacer diferente, cuidar lo que está ocurriendo”.
Hace unas semanas nos reunimos con unas personas con las que trabajamos una compañera y yo hace unos años. Fue un proceso complejo y esto se reflejó en el informe. Algunas de las descripciones rescataron ejemplos del proceso y para muchas personas fue muy explicativo de parte de la dificultad de esta organización. La pregunta que teníamos era: ¿Este informe contribuyó a los objetivos con los que nos convocaron? La respuesta era más un “no” que un “si”. Nuestra sensación es que contribuimos a hacer más rígidas algunas de las dinámicas. No se trataba del informe en su globalidad. Quizás la última parte, donde rescatábamos algunas ideas como aprendizajes finales. Me leo mientras escribo y pienso que un informe también puede convertirse en arena de batalla.
A veces nos piden, y otras lo sugerimos, hacer un diagnóstico antes de continuar la intervención. A mí me sirve para conocer la organización, para que esta me conozca y veamos si la propuesta es la que necesitan y la que yo estoy preparado para facilitar. En este tiempo a veces hay una parte de reuniones con personas o con equipos por separado. Yo prefiero trabajar con toda la organización y equipo para captar aspectos más relacionales, pero a veces lo hacemos de esta manera. Entregar nuestra mirada del poliedro como una suma de caras, y algo más, también es un reto importante.
Hay algo de vértigo también en este ejercicio. Como si estuviera contribuyendo a contar una historia de las posibles. Procuro que sea la que necesita escuchar el equipo o la organización, pero no dejo de pensar si estaré ocultando alguna otra clave importante para las personas participantes que yo no he sido capaz de captar.
Algo que me ocurre con los informes es que requieren de otro tiempo, otra calidad de tiempo. Blindar un espacio en la agenda para “trabajo meta”, rescatar mis notas, comprender mi letra de malabarista que capta ideas importantes, “limpiarlas”, conectarlas… Es un trabajo que requiere de un tiempo que no se ve.
Habitualmente presupuesto este tiempo y trabajo aparte y espero que en el regateo lo descartemos como opción para adelgazar la suma final. Prometo dejar rastro de todo el trabajo en paneles, videos… pero si necesitas un informe, son otro tipo de palabras.
Habiéndome desnudado sobre mis dudas, tengo que reconocer que veo un valor en los informes. Y no solo para el cliente, sino también en nuestro oficio en continuo aprendizaje. Así que cuando finalmente entro en este ejercicio tengo en cuenta estas ideas y las comparto en este post:
- Me gusta utilizar las mismas palabras y frases que las personas comparten durante el trabajo. Me gustó mucho cómo una persona de producción de una cooperativa hace unas semanas agradeció haber entendido el informe y sentirse comprendido y recogido.
- Creo que debe de ayudar a ampliar el foco y a construir hipótesis que devuelvan una imagen ajustada con la realidad (compleja y que interconecte a muchos agentes distintos de una manera circular), haga hincapié en las fortalezas y recursos y que refleje algunos pasos por donde continuar el trabajo.
- Cuando realizamos entrevistas parciales con personas o equipos, procuro que la información esté ordenada de manera que no se pueda atribuir a las partes. Cuidar a las personas y cierto margen de confidencialidad es clave. El contenido va a estar en el informe, pero de una manera en la que no se tenga por qué atribuir a una u otra persona.
- Hacemos una labor de traducción de algunas expresiones. Escuchamos los fondos, los comprendemos y traemos, pero no trasladamos al texto la queja, el enfado, la agresión que a veces el cansancio trae. Se trata de ayudar a expresar de una mejor manera sin perder la vehemencia y necesidad.
- Es importante también reflejar el proceso, lo aprendido y avanzado durante el mismo. A veces los propios informes sirven de material de contraste en la medida en que las entregas parciales del mismo se convierten en herramienta. Son espejos donde mirarnos y seguir ajustando realidad e imagen.
- Por último. Cada vez más creo en la necesidad de utilizar diferentes formatos para captar y trasladar la información. Al informe textual, infografías, esquemas, mapas de conceptos…
¿Cómo es para vosotros y vosotras? ¿Cuál es vuestra relación con los informes?
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Hola Asier!
Me funciona como un estupendo ordenador mental, el escribir. Claro que también requiere un tiempo especial el hacerlo que, en mi caso, se torna muy extenso la mayor de las veces y al leerte, se me ocurre empezar a cuidar ese aspecto en un presupuesto, cosa que no hago como debería.
Me gusta leer tus reflexiones porque al leerte me escucho reflexionando acerca de qué cosas son importantes conservar dentro de tantas ofertas y sugerencias sobre «como deben ser o hacerse las cosas». Adhiero a poner en valor el trabajo de generar textos “sentidos y con sentido” para el cliente.
Hola, Asier. De acuerdo, este es un tema bastante frecuente en nuestro trabajo. Yo me reconozco muy de “informes de consultoría”, pero como una pieza más de la hoja de ruta. Aunque no es una pieza cualquiera. Soy tan crítico con los informes como lo soy con el resto de los dispositivos que utilizamos para comunicarnos y pensar juntos con los clientes. Ni más, ni menos, porque todos tienen sus pros y sus contras; y todos se pueden convertir en “arena de batalla”. Nunca sustituyen al proceso mismo, sino que lo complementan. El proceso es el proceso, hay que mimarlo, ahí ocurren la mayoría de las cosas importantes, pero el informe documenta y expande, para entonces volver al proceso en un escalón superior, con una mirada más estructurada y una sensación de progreso. No sé si con mejores respuestas, pero, como mínimo, con preguntas de más calidad. De acuerdo con tu consejo de ir cambiando cosas ya, si se ven claras durante el proceso, sin esperar al informe. También comparto contigo ese vértigo que comentas de hacer informes incompletos o de desvirtuar, sin querer, desde mis filtros sesgados, “la imagen de la realidad”. Esto es para mí casi una obsesión. Pongo mucho cuidado en que la historia que cuente sea, como mínimo, fiel, y por eso también cito bastante las mismas palabras y frases que dicen las personas participantes. Mis informes están llenos de entrecomillados y también de paráfrasis. Un problema en todo esto es que cualquier investigación o análisis cualitativo puede llegar a conclusiones que sean sesgadas. Nuestros filtros ahí son poderosos. Por eso me gusta acompañarlos de algún ejercicio cuantitativo, basado en cuestionarios que permitan tabular datos estadísticamente representativos, si el diagnóstico a realizar implica matices delicados de legitimidad.
Ah, que poco me gusta y cuánto me cuesta escribir informes. Nosotros casi nunca hacemos un informe «final», pero sí uno inicial, de diagnóstico. Es algo a lo que nos agarramos para crear la visión compartida, pero es casi un justificante de que has pasado unos días en la organización sin «hacer nada», observando, escuchando. Ahí es nada! También comparto la visión de Amalio de acompañar con datos cuantitativos.
Pero el informe enseguida se queda atrás. Creo que en general han aportado valor, como punto de referencia, como valoración, como ancla. Ancla que sin embargo en seguida se diluye en el proceso de transformación en conversaciones y documentos más vivos.
Gracias por la reflexión Asier, qué bueno, creo que hacía años que no comentaba en un blog. 😀