Llevo ya un tiempo enredado en un proyecto que me resulta especialmente complejo y ¡atractivo! Quizá esa complejidad se convierte en un maravilloso estímulo para disfrutar de la consultoría. Por supuesto, no siempre. Hay momentos en que me angustio. Seguro que lo has adivinado: sigo hablando de un proyecto del que ya dejé caer alguna pincelada en un post anterior. Manel también escribía hace poco, desde otra perspectiva, de lo sencillo (o no) y de lo fácil (o no) que a veces es nuestro trabajo. Voy con un caso concreto con el que ando ahora entre manos.
Cuando pensamos en servicios comunes para una serie de entidades (en este caso cooperativas) que han decidido organizarse como «grupo», no se puede obviar la doble mirada. Una proviene de lo que ganan cuando se perciben unidas por ciertos lazos que las presentan ante sus clientes, actuales y potenciales, con mayor músculo. Normalmente, es lo que ganamos. Es lo común, la fuerza que proviene de ser más. La otra mirada, ya lo habrás adivinado, es la que procede de la especificidad de cada una de las organizaciones que forma parte del conjunto. Normalmente, es el riesgo percibido de perder identidad en el proceso.
El sentido de la configuración como grupo es importante. Siempre se parte de asimetrías que conviene evidenciar y que no se pueden soslayar. Hay que abordarlas. Por detrás de ellas suelen aparecer conflictos de poder, un asunto que tiene más peso del que a veces queremos reconocer.
Pues bien, en ese escenario es habitual que emerjan realidades (sea esto lo que sea) que obligan a repensar el delicado equilibrio entre el todo y las partes. Muchas veces son realidades que abocan al conflicto. Y así, de conflicto en conflicto, el grupo va avanzando y va dejando migas de pan de cómo se entiende a sí mismo y cómo opera con las divergencias.
La semana pasada, me llegó un documento de este grupo de organizaciones. Pensé, de hecho, que me iba a llegar un documento. Pero no. Me llegaron tres documentos. Cada uno era la consecuencia de un proceso de reflexión de cada una de las organizaciones que componen el grupo. Al comienzo de esos documentos se explica la dinámica participativa llevada a cabo. Enseguida te das cuenta de que están abordando asuntos cruciales para la forma en que se entienden a sí mismas. Además, lo hacen con la mirada puesta en un futuro en el que quieren ser cada vez más resilientes y competitivas.
El proyecto en el que ando embarcado tiene que ver con los servicios comunes de este grupo. Sin embargo, hace tiempo que todas las partes nos dimos cuenta de que la especificidad de cada organización obligaba a mirar, también, a cada casuística particular. Al leer cada uno de los tres documentos que me han llegado, la realidad se muestra de manera palmaria: se encuentran en momentos evolutivos diferentes y tienen que abordar incluso estrategias de producto/mercado, si no diferentes, sí al menos con muchos matices entre ellas.
Los documentos reflejan, como decía, un sesudo proceso de reflexión. Son densos, aunque se estructuran de forma común. Bueno, aquí también hay matices que se explican desde la especificidad que comentaba. ¿Cuánto tiempo he empleado en entender las propuestas? Puede que alguien que hubiera estado a mi lado en este proceso de lectura/reflexión se sorprendiera por el tiempo que le he dedicado. Y no solo por la lectura, sino por los subrayados, por la traducción a un primer mapa mental y luego a un segundo.
Sí, tuve la tentación de unir los tres documentos PDF en uno solo y preguntarle a la inteligencia artificial generativa de turno. Tuve la tentación de que me ahorrara tiempo. Tuve la tentación de que me ayudara a comprender la complejidad. No lo descarto. Quizá más adelante me ponga con ello. Sin embargo, humano de mí, necesitaba entender. Todo ese tiempo, al margen de lo que sintiera cronos o kairós, se ha convertido en un fantástico tiempo de calidad. Un tiempo que me ayuda a entender las claves, a buscar líneas de fuga y a sentirme con más recursos para gestionar el proyecto en su momento actual.
Creo que es muy importante que en nuestro trabajo de consultoría salvaguardemos tiempos de calidad. Pueden referirse a distintos aspectos en diferentes momentos, pero siempre tendrán en común que requieren concentración y que aportan oxígeno a un proceso que puede resultar especialmente complejo. Hay momentos –que conviene detectar con nitidez– en los que el tiempo de calidad es absolutamente necesario. Puede tener que ver con unos documentos como estos de los que estoy hablando, puede ser una determinada reunión o una decisión que debe detenerse con especial cuidado entre pros y contras. Explico todo esto porque me da que el tiempo de calidad no es tan fácil de aplicar. Porque, sí, es tiempo. Y aquí las prisas son malas consejeras.
No quiero terminar el post sin otra reflexión final. Claro, tiene que ver con lo que delegamos o no en la inteligencia artificial. Algo a lo que doy muchas vueltas últimamente. Porque según lo que decida, soy un tipo de humano u otro. Me la estoy jugando. Eso sí, no seré yo quien diga no a ciertas ayudas de esa inteligencia artificial que está ahí para complementar mis capacidades. En este caso, como consultor.
Imagen de Julian DC en Pixabay.
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