Convivimos con bastante ruido últimamente. Es cierto que nos dijeron que el cambio es una constante en nuestras vidas, en la profesional sobre todo, pero cuesta mantenerse en pie ante tanto viento que nos azota por cualquier lado. Somos una vela que quiere mantener su firmeza para que ondee en el mar de los proyectos y los mercados, entre arreones de las mareas que nos llevan y nos alejan de la orilla, y el timón no sólo requiere ser sujetado para que no gire al libre albedrío, sino que necesita de más pericia que la mera experiencia pasada ni los conocimientos que pensábamos que nos servían.
Tienen hoy las organizaciones tal revuelo que tratar de acompañarlas en su travesía toma nuevas perspectivas para que puedan seguir progresando en su desarrollo. Lo hemos visto en otros posts anteriores en este espacio: perspectiva, innovar, responsabilidad, comunicar, IA, etc. Probablemente pienses que es hablar de lo mismo y es práctica habitual si hablamos de consultoría y su implementación posterior, pero desde mi parte del poliedro asisto a una mayor complejidad que hace un tiempo.
Últimamente me preocupan los territorios límite, esas fronteras que se diluyen cada vez más y esos espacios de riqueza –y preocupación– que se encuentran en lo que se llama como liminalidad. Alguna vez ha aparecido este término en alguno de esos posts de esta casa. Ese lugar, la frontera, que abre caminos que son transitados con cierta precaución pero que abren los brazos a explorar lo desconocido, desde la frescura de otra mirada y sobre todo desde la disputa entre lo propio, lo auténtico y lo variable. Es un espacio que hace preguntas hacia dentro, que te obliga a mirarte a ti mismo y te coloca en un territorio donde las cuestiones son más frecuentes que las respuestas a obtener, y aparece aún más complejidad.
Por mi espacio de conocimiento, la propuesta de valor, el negocio, las personas y los vínculos con la marca, cada vez es más frecuente enfrentarnos a esta situación. Es complejo estructurar lo que una organización pretende proyectar hacia fuera si no tiene una mirada íntima e interna para reconocerse a sí misma. Cada día más. Es también complejo, y apasionante, abrir las ventanas de las organizaciones para incorporar aire exterior que pueda ir adaptando la identidad a nuevas realidades sin menoscabar la idea inicial del proyecto de negocio. Es apasionante entender nuevos comportamientos que nada tienen que ver con los conocidos y resulta complicado incorporarlos en nuevas dinámicas que de por sí son desconocidas. Es complicado hacer ver que lo de ayer forma parte de una historia que hay que reescribir cada año probablemente con nuevas acciones, nuevos productos y servicios y nuevas propuestas, además de pensar si nuestras personas, nuestro mayor capital, pueden aceptar el reto de llevar a la realidad esta nueva reescritura.
No es un espacio exclusivo de las marcas ni de la comunicación el de velar por la coherencia y la consistencia de la propuesta de valor hacia fuera y hacia dentro. Suelo decir con frecuencia que todo comunica, pero si se ha de comunicar hacia fuera cuidémonos antes de hacerlo hacia dentro, para que todo el mundo sienta que este paso es necesario abordarlo. Como también es necesario que todo aquello que nos llegue de fuera y que nos afecte directamente, ha de ser trasladado con suma rapidez hacia dentro de la organización como un aprendizaje más y probablemente como un dato importante para tener en cuenta y validar nuestra propia identidad como organización.
No hay espacios estancos, dentro o fuera, el mercado o la organización, las personas o los cambios, los recursos o las oportunidades, sino que hemos de entender todo como uno, donde hemos de construir puentes continuos a través de los cuales fluya la información, las decisiones y sobre todo las dinámicas de participación y las conversaciones para transformar esta información en oportunidades de desarrollo. Lo llamaron “vigilancia”, “sistemas de información”, “estudios de mercado” y muchas cosas más. Hoy deberían fijarse como dinámicas frecuentes en nuestro trabajo diario. Y como consultoría artesana debemos fijar nuestra mirada en estas zonas incómodas pero tan necesarias si queremos navegar y no perdernos en la zozobra de las corrientes del mar.
Si hay consultoría “hacia fuera” debe haberla al mismo tiempo “hacia dentro”, y viceversa. Si trabajamos sobre dinámicas internas han de tener su repercusión sin duda hacia dentro. No podemos separar la realidad compleja en la que estamos viviendo y desarrollando nuestros proyectos. Necesitamos una mirada más sistémica y nuevas dinámicas que naveguen en las fronteras de nuestros proyectos.
Imagen de steve mcnicholas vía Flickr.
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