Las organizaciones, como las personas, pueden tener, respecto a su realidad, dos planos absolutamente distintos y habitarlos al mismo tiempo. Por un lado, están quienes creen que son y, por otro lado, quienes realmente son. Esa dualidad también puede expresarse en función de sus deseos, en aquello que les gustaría o creen que deben querer y aquello que realmente quieren.
Sea como fuere, tal disociación no impide que vivir simultáneamente en ambos planos, sea algo habitual y se viva con absoluta normalidad tanto por parte de ellas, como por parte de quien se relaciona con ellas, las más de las veces por tratarse de un estado de consciencia compartido e incluso necesario para que pueda darse la relación, ya que, muchas interacciones, se generan en el plano de lo que las partes dicen o se creen ser, aunque en su quehacer cotidiano, actúen de manera muy distinta.
De este modo seguro que quien más quien menos conoce a alguien o a alguna organización que publicita y dice guiarse por valores que son opuestos a los que realmente caracterizan su forma de actuar o a los criterios a partir de los cuales toma sus decisiones o reconoce a sus personas. Se puede agitar, por ejemplo, el valor de la colaboración o de la cocreación mientras, en la práctica diaria, se promueve la competitividad, el individualismo y la autoría con nombre y apellidos.
Además, de poco práctico, puede que sea un error buscar en los determinantes de este paradójico fenómeno, una intencionalidad negativa, ya sea mala idea, un querer engañar o un autoengañarse deliberado con la intención de camuflar la identidad real, ya que las más de las veces, puede que no sea ni tan siquiera, consciente, y se deba a un rasgo de nuestro tiempo, tal es la facilidad para la superposición de planos que nos brinda el momento actual, donde parece existir un consenso cómplice en devolverse mutuamente las imágenes proyectadas para habitar de este modo el “plano del deseo” sin necesidad de realizar cambio alguno en la realidad, a lo sumo unos pocos retoques para fortalecer el relato que se quiere difundir.
Tener en cuenta este fenómeno es muy importante en consultoría porque crea un dilema ético, a la par que determina la efectividad o no de la intervención en términos de posibilidad de cambio real para la organización.
En el diseño de proyectos de cambio organizativo, sucede como en el cuento de “El vestido del rey” de Christian Andersen, la elección está entre participar conscientemente de la decisión colectiva de hacer caso omiso de la realidad y hacer como que la organización está capacitada y tiene la voluntad real de cambiar, o de actuar como el niño y decirle al rey que, lejos de cómo cree estar vestido, va desnudo y que muchos de los retos que se están planteando, tienen muy poco recorrido si antes no se es consciente y se pone remedio a una serie de variables enquistadas en los pliegues organizativos y que impedirán que cualquier propósito de cambio significativo respecto al momento actual pueda hacerse efectivo.
Entre estos remedios cabe destacar:
- RECUPERAR EL TIEMPO NECESARIO ante la impaciencia derivada del valor que se le da a la urgencia y a la necesidad de obtener resultados rápidos de procesos que requieren de una cocción más lenta.
- ORIENTAR LA DIRECCIÓN AL SERVICIO ante el elitismo que de manera más o menos explícita persiste en muchas estructuras organizativas y en el que se invierte la relación de quien ha de aportar valor a quien, cada nivel inferior, se orienta básicamente a satisfacer las necesidades de los niveles superiores que exhiben la impaciencia y falta de contención destacada en el punto anterior.
- APRENDER DEL ERROR ante la estigmatización que supone para la persona el hecho de equivocarse, o de tener que rectificar, con las consecuencias que tiene este fenómeno en la disminución de la capacidad de riesgo, la falta de iniciativa y, en consecuencia, la dificultad para innovar o de hacer nada que no se sepa, a priori, cómo va a resultar.
- FOMENTAR LA AUTOCONCIENCIA ante el poco valor y banalización del autoconocimiento como parte inseparable del desarrollo profesional y de la capacidad de querer aprender en el sentido más profundo y amplio de querer cambiar.
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