Maider Gorostidi
Consultora, Formadora, Investigadora del Diálogo en los procesos de Cambio Organizacional. La realidad de las organizaciones es compleja y no siempre se tienen herramientas para avanzar en esa complejidad. Ayudo a personas y equipos a entender ese contexto. Acompaño procesos de cambio organizacional a líderes que los promueven y a las personas que los viven. Mi trabajo y mi pasión consisten en entender cómo interactuamos las personas en las organizaciones. Licenciada en Derecho-Económico (Deusto y Aarhus Universitet), Master en Procesos y Consultoría en Desarrollo Organizacional (Universidad de Valladolid), y doctoranda en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas (Universidad de Deusto)
Antes de avanzar con esta reflexión, quiero aclarar que cuando hablo de consultoría me refiero a los procesos que se desean activar en las empresas, o cambios que se desean implantar, y para los que se contrata a una profesional; no me refiero a si el servicio que ofrece esa persona, profesional de la consultoría, es formación, facilitación, acompañamiento… (puede ser cualquiera de estos o todos ellos).
Volviendo a la pregunta de qué conciencia tenemos a la hora de “consumir” eso que llamamos consultoría, con ella no pretendo interpelar únicamente al destinatario final (empresa, organización), sino también a colegas que, como yo, intentamos estar al día en nuestro campo de conocimiento para llevar a las organizaciones enfoques que les resulten útiles.
Ahora sí, empieza la reflexión en voz alta…
Hace un par de semanas una persona me preguntó si yo sabía algo sobre Smart Working. En ese momento se reactivó una alarma: “ya estamos otra vez”, pensé. ¿Qué queremos decir cuando decimos esto? ¿Qué hay detrás de ese concepto? ¿Dónde descansa, no el significado de la(s) palabra(s), sino el sentido que el cliente le quiere dar? ¿Qué desea lograr a través de él? La conversación avanzó hacia la supuesta novedad que trae a la empresa esta expresión y nos condujo a una reflexión sobre el porqué de estas “modas terminológicas”, la razón por la cual un concepto aflora de manera repentina y empieza a cobrar fuerza en el campo de la consultoría organizacional hasta que un buen día desaparece sin dejar huella.
Bucear en las profundidades
Si algo he descubierto en los años que llevo investigando, es que cada palabra que se aplica en la realidad organizacional (diálogo, innovación, agile…) descansa en un enfoque, tiene un marco teórico detrás y un contexto que le ha hecho nacer o renacer; vamos, que tiene historia y respalda paradigmas. Y esta historia me permite a mí, investigadora, conocer en profundidad ese concepto, su proceso de nacimiento, o renacimiento, y por qué, cómo y para qué se desarrolla. Es más, bucear en esas profundidades me ayuda a comprender el sentido que tiene la definición que se hace del término en cuestión para aplicarlo de la mejor manera en las organizaciones. Y, si me sumerjo aún más en ese momento, podré llegar a ver a qué preguntas quiso dar respuesta esa “palabra de moda” y qué preguntas han quedado sin responder. Y este es el punto en donde se activan mi curiosidad y mi pasión: en ver dónde está ese vacío y por qué se ha producido.
Si tuviese que resumir la alerta que se activa cuando escucho de manera repetida un término, en el campo de la consultoría o la gestión de la empresa, lo haría parafraseando a Petrella (1997) cuando dice que “La globalización arrastra las economías a la producción de lo efímero, lo volátil (mediante una reducción masiva y generalizada del tiempo de vida útil de productos y servicios) (…).” Esta es mi alerta, consumimos conceptos de manera masiva, por tiempo reducido y sobre-simplificando lo que existe tras ellos; diseñamos servicios novedosos, limitando su vida útil, hasta la llegada de otro nuevo término que nos regala una nueva manera de vender (que no de hacer). Y agotamos el potencial de hacer algo distinto al no ahondar en las profundidades de su sentido.
¡Cuidado con consumir rápido agotando la vida útil de los “conceptos”!
Palabra y concepto, una llamada a la reflexión crítica
Siguiendo con el ejemplo que os traslado, ¿qué hay detrás de este término Smart Working?, ¿qué se quiere decir cuando se dice Smart Working?, ¿qué novedad aporta con respecto a lo que ya se hacía en gestión de organizaciones y personas? ¿Nos atrapa en una realidad vieja (verbalizada de forma novedosa) o nos transporta a una realidad distinta? ¿A qué necesidad responde su uso y a qué necesidad quiso responder cuando vio la luz? ¿Por qué emerge de repente con esta fuerza? ¿A quién o a quiénes les interesa que se hable de esto ahora? Siento deciros que no tengo respuestas a estas preguntas, solo intuiciones y sospechas.
Como decía, una de mis preocupaciones recurrentes como consultora es la poca reflexión crítica que hacemos cuando consumimos nueva terminología que parece estar de moda. Hace tres años leí lo que iba a ser una tesis sobre Smart Working y acabó convertida en libro. Encontré en ella claves sobre el diálogo y la gestión de los espacios como mecanismos para activar una manera distinta de hacer, de relacionarnos, en las organizaciones. Descubrí entonces que el Smart Working es un “resultado del diseño de sistemas organizativos que son buenos tanto para las empresas como para las personas”. No es una herramienta a aplicar.
(CITA) “Smart Working is an outcome in designing organizational systems” (McEwan, 2013)
Vemos que, más allá de las palabras, están los conceptos, las representaciones mentales asociadas a esas palabras, y esas (las representaciones mentales) son las que nos guían en la acción.
Contexto actual crítico
El contexto que ahora vivimos, pandemia, crisis, trabajo en remoto forzado…, es muy distinto al que existía en el 2013, cuando se publicó el libro. En este contexto la urgencia por sobrevivir puede acelerar esta manera de consumir rápido para obtener respuestas que nos permitan avanzar. Como decía Bauman, la seguridad y la libertad son los valores que se mantienen en el tiempo, pero parecen irreconciliables. Ahora las personas reclaman seguridad a sus empresas y, como dice Nacho Muñoz, en esta organización post-pandemia, debemos dejarnos de post-it porque necesitamos “pasta” (show me the money); y en esa emergencia, “para muchos comienza a ser más válido un vídeo de youtube que un paper científico”.
Consumir nuevos conceptos sin cuestionarnos ni bucear en su esencia es como lanzarnos a nadar en aguas abiertas sin saber si hay mareas, corrientes, si el mar es Mediterráneo o Cantábrico, sin conocer la temperatura del agua… en definitiva, un acto de irresponsabilidad. Sería una pena contribuir, con nuestra manera de hacer, al desarrollo de una “cultura de la sociedad de consumo, no de aprendizaje, sino principalmente de olvido.” [1]
Una manera de entender el valor de la consultoría
Anne Marie McEwan, la autora del libro que me ha servido de excusa para escribir este post, se pregunta qué deberían hacer las empresas para preparar a los líderes y gerentes que operan en entornos externos cada vez más complejos, inciertos y altamente conectados. Y también nos interpela a quienes trabajamos en consultoría, compartiendo esta reflexión:
“¿Qué ayuda están recibiendo (las empresas) de los pensadores, académicos y consultores de gestión para mejorar sus capacidades? ¿Cómo se les está equipando para actuar en entornos que consisten en sistemas de sistemas, en los que las complejas dinámicas interpersonales se ven influidas por esos contextos?” (2013)
Si algo me conecta con la respuesta, es una manera de entender este trabajo muy cercano al manifiesto de la Red de Consultoría Artesana y al fundamento en el que descansa el modo en que yo misma me formé como consultora, a saber, la Investigación Acción; promoviendo el cambio, no “para” la organización sino “con” la organización, a través de la acción, y generando conocimiento nuevo bien fundamentado (investigación).
Creo que somos capaces de desarrollar una consultoría en donde cuidemos y alimentemos una conciencia en el consumo, en el propio como consultores, consultoras y en el de las organizaciones que nos contratan.
Acabo ya esta reflexión en voz alta agradeciendo esa pregunta inicial con la que me sentí interpelada: “¿Sabes algo del Smart Working?” Me ha permitido construir este pensamiento y darle forma para compartirlo en este espacio como firma invitada. Espero que también nutra vuestro análisis sobre cómo consumimos (y hacemos consumir) en consultoría.
[1] http://www.pasa.cl/wp-content/uploads/2011/08/Turistas_y_Vagabundos_Baumann_Zygmunt.pdf
Imagen de Free-Photos en Pixabay.
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Muy buena reflexión, Maider.
Me ha gustado mucho eso de reconocernos en tomar distancia de las «modas» pasa poder identificar la realidad de cada organización y poder caminar CON para encontrar nuevas soluciones, nuevos retos y nuevas maneras de hacer.
Creo que el camino de la consultoría va precisamente en reconocer bien la situación real existente y no simplemente dar soluciones en forma de receta médica de atención primaria sino más bien en una exploración, investigación y acción conjunta para ayudar a transformar y revitalizar organizaciones para que aprendan nuevas maneras de ser y de hacer.
Queda camino pues. Recorrámoslo. 😉
Gracias Juanjo. Me quedé en las conversaciones de las redes y ahora vuelvo para saborear nuevas reflexiones.
¡¡Bienvenida, Maider!! Un placer tenerte escribiendo con nosotros. Siéntete en casa. Aportas valor. Comparto lo que dices de la poca reflexión crítica que existe al consumir nuevos palabros. Ains, ains… las modas terminológicas, y la pasta que se mueve alrededor de eufemismos vacíos. También, la guerra por el naming para ganarse un huequito singular, para la gloria, en el relato y la semántica del mainstream. Para añadir sombra al panorama, tenemos eso de que “para muchos es más válido un vídeo de YouTube que un paper científico”, tendencia que se está acelerando ahora, con la Pandemia. Hay que responder a esto con más profundidad. La Investigación Acción es una buena metodología. La búsqueda de pozo, no quedarse en las apariencias, leer largo y tendido, preguntar 5 veces de maneras diferentes, y no comprar nuevas palabras sin ponerlas a prueba. Gracias por pasarte, Maider
Amalio, me ha encantado tu frase «no comprar nuevas palabras sin ponerlas a prueba». ¡Qué buena praxis sería!
Estupendo el post, Maider, con el que estoy totalmente de acuerdo y del que me llevo algunas notas de más, gracias.
Un compañero y mentor me dijo, ahora hace ya unos años, que el cliente compra lo que quiere dependiendo de lo que le conviene, una veces invierte para comprar calidad, otras comprar personalización, algunas veces decide comprar barato/basura y también puede comprar sólo palabras.
Qué bien tenerte aquí, un abrazo!
Manel, ¡qué bien que te lleves algunas notas de más! Es todo un honor. Sabio, ese compañero y mentor. Cada uno, cada una, tomamos lo que creemos necesitar para cada momento.
¡Qué bien estar aquí!