Si quieres puedes compartir este contenido

Le leía hace muy poco al compañero artesano Manel Muntada en su blog: Treinta minutos extraordinarios. Escribía sobre sus prácticas cotidianas de meditación y sobre «lo bien que le hacen». Le dejé un comentario para aludir, en mi caso, a mi hábito de montar en bici. Seguramente no es equiparable, pero sí que he creído ver cierta conexión entre la meditación de Manel y mis kilómetros en bici. Me extiendo un poco más en este artículo. Suave, suave, no hay prisa.

Guillaume Martin es un ciclósofo.  Este sería el neologismo para referirse a quien es ciclista –profesional y diría que de cierta élite– y también filósofo. Sí, hasta donde llega mi conocimiento solo conozco a este curioso espécimen, capaz de unir dos disciplinas aparentemente tan alejadas entre sí. Martin ha escrito dos libros hasta la fecha: Sócrates en bicicleta: El Tour de Francia de los filósofos y La sociedad del pelotón: filosofía del individuo dentro del grupo. Ambos están publicados en la editorial Libros de Ruta. Pues bien, en el primero nos dice:

¡Por supuesto que a veces pensamos sobre la bicicleta! No hay un momento ni un lugar para esta actividad. El pensamiento irriga todas las cosas. Diría incluso más. La bicicleta ayuda a pensar. Flaubert decía que «no podemos pensar si no estamos sentados». Nietzsche se oponía a esto, afirmando que «solo los pensamientos que tenemos en movimiento valen algo». Bueno, la bicicleta reconcilia a Nietzsche y Flaubert al reunir ambas condiciones: ¡estamos a la vez sentados y en movimiento cuando pedaleamos! Así que, para filosofar, ¡monten en bici!

Manel deja en suspenso su pensamiento (que me corrija si mi interpretación es incorrecta) al meditar. Guillaume Martin se va al otro extremo: «la bicicleta ayuda a pensar». Entonces, ¿no estamos acudiendo a dos actitudes vitales radicalmente diferentes cuando hablamos de meditar y de andar en bici? Sí y no. A veces, cuando dejo de pensar intencionalmente, es cuando me vienen los mejores pensamientos. Y eso, ya lo estaréis adivinando, me pasa a veces cuando pedaleo. Necesito cierto estado mental para pensar bien y la bici me lo proporciona. Quizá es porque la presión de llegar al lugar correcto, a la mejor solución posible, se convierte en más de una ocasión en el principal impedimento para cumplir con el objetivo. De ahí que nos funcione el plan B.

Hay momentos sobre la bici que me evaden. Son circunstancias que no llego a controlar, pero suceden. Claro que había que estar ahí, sobre la bici y en ese paraje en concreto. ¿Quizá intuía que podía suceder? Yo tan solo iba pedaleando, nada más. El resto de factores aparecieron sobrevenidos. Y hubo un momento mágico en el que el pensamiento –nítido, cercano, sereno– se hizo presente. Ahí estaba. Para ser la persona que soy. Para ser el profesional que soy.

No obstante, tenemos que admitir que andar en bici, digámoslo desde el principio, implica casi un infinito número de prácticas diferentes. Cada persona encara su pedaleo sabiendo que su elección es única porque las opciones son enormes: ¿con qué bici?, ¿por qué tipo de terreno?, ¿con qué exigencia de ejercicio físico?, ¿en soledad o con compañía?, ¿para recorrer cuántos kilómetros?, ¿por qué zona geográfica?, ¿durante cuánto tiempo?, ¿con qué objetivo en mente? Y podemos continuar.

En mi caso, andar en bici me ayuda a planificar, a marcar objetivos intermedios, a dosificar, a aceptar la improvisación dentro del plan. Sí, Guillaume, en esto también estoy de acuerdo contigo. Aristóteles se había infiltrado en la escapada buena del día.

El equipo griego ha colocado a Aristóteles en la escapada inicial. Ese era el plan: poner un hombre delante que eventualmente pudiera servir de ayuda para Sócrates en una segunda fase. La improvisación se prepara…

Soy de los que piensa que hay salir fuera de los límites de nuestra actividad profesional para entenderla mejor. Desde dentro las cosas se ven de una manera. Desde fuera, es evidente, se adquiere otra perspectiva. ¿Qué aprendo de consultoría al andar en bici? De lo que comentaba antes, yo me quedo con la relevancia de este último apunte que rescato de Martin: preparar la improvisación. Conste que de nuevo me sitúo del lado de Manel, cuando insiste en el enfoque caórdico de nuestra actividad.

Aprender a improvisar parte de planificar. Luego, después de entrenar la improvisación, quizá puedas llegar a prescindir de lo que antes planificabas. Podrás relajar lo que crees previsible. Yo me siento a gusto en la planificación porque me ayuda a anticipar. Son mis luces largas, las que necesito para mirar algo más allá de mi rueda delantera. Porque este es otro buen consejo ciclista: debes llevar la mirada por delante de esa rueda para anticipar la trazada. Ojo con frenar dentro de la curva.

En fin, meditar y andar en bici. Actividades tan similares y tan distintas. Cosas de la consultoría artesana. Guillaume, quién te iba a decir que te meterías en semejante lío. Hay que ver las cosas que dices.

Filosofar es aprender a emanciparse. Mis pedaladas me pertenecen.

 

Julen Iturbe-Ormaetxe
Últimas entradas de Julen Iturbe-Ormaetxe (ver todo)

Este sitio web utiliza cookies para que tengas la mejor experiencia de usuario. Si continuas navegando estas dando tu consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pincha el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies