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Llevamos ya 12 posts publicados en este blog de autoría colectiva. Hemos escrito de comunidad, de tecnologías, del gusto por lo que hacemos, de sentido personal, de aprendizaje o hasta de jolgorio y diversión. Escribimos cada cual desde su particular punto de vista. Creo sinceramente que en esencia nos une tanto como nos diferencia. Quizá desde tu punto de vista, leyendo, te pueda parecer que lo que da sentido a que exista una red de consultoría artesana es lo que compartimos. Es fácil verlo así, lo dice la lógica. Pero quiero pensar que no dispondríamos de este blog colectivo si no reconociéramos que somos personas y profesionales diferentes.

La diversidad es un valor y exige gestión. Si no gestionas la diversidad, la consecuencia es evidente: caminamos hacia el discurso plano, homogéneo y endogámico. Obvio, ¿no? Eso sí, es un lugar de absoluto acuerdo colectivo, sea explícito o meramente implícito. Si no gestionas la diversidad, acabarás diluida en el placer de la mismidad. Si no has leído nada de Byung-Chul Han, puede ser un buen momento.

Hoy en día gestionar la diversidad es un auténtico reto. Las redes sociales –la peor versión de las redes sociales– en Internet, gobernadas por algoritmos humanos que crean algortimos nos abocan a un mundo extrañamente plano. En realidad, la homofilia es seña de identidad del ser humano: nos juntamos con quienes se nos parecen. Por eso la diversidad exige una gestión activa. Si no haces nada, la diversidad deja de existir. Y ahí, en ese estadio, todo se vuelve previsible.

En la consultoría artesana no hay que perder de vista que la complejidad de los proyectos que abordamos se rige normalmente por lo que en teoría de sistemas llamamos equifinalidad: se puede alcanzar el mismo objetivo a través de caminos diferentes. Mi solución es diferente de la de alguien que aporta otra perspectiva por su educación, su cultura o su manera de estar en este mundo. Es importante sentir que siempre hay opciones y que escuchar a quienes son diferentes ensancha nuestra perspectiva.

Además, en muchas ocasiones lo distinto es una auténtica delicia. ¿Cómo es posible verlo así? No se me hubiera ocurrido. ¿Cómo lo abordaría una chica de 20 años que estudia en la universidad? ¿Por su edad y bagaje no está en condiciones de ofrecer «su solución»? No me creo tan listo como para desechar esas otras miradas. Si mis cerca de 55 años, mi educación, mi trayectoria profesional o mi cabezonería hacen que entienda un problema de una determinada forma, ¿por qué no verlo con otros ojos?

Quizá una de las maneras más simples de entender la diversidad es la mirada de género. ¿De verdad crees que es mejor un equipo directivo de nueve hombres bien metidos en la cincuentena, blancos, con trayectorias brillantes y listos como nadie? ¿De verdad no te parece lógico balancear la perspectiva con más equidad en género? Por supuesto que el círculo vicioso es poderoso: quien vive dentro de su homogeneidad no es precisamente quien más probabilidades tiene de caer en la cuenta de lo que ganaría con la diversidad. El poder tiene estas cosas: compartirlo con diferentes parece que cuesta.

Lo diverso debe leerse en términos de oportunidad. Quien no es como tú y como yo se convertirá en aire fresco que entra por la ventana. No hay por qué anticipar dramas. El consenso a través de la diferencia puede ser un buen lema. Mejor si desde el principio encontramos alternativas y no una simple y única posibilidad. Mejor dudar porque encontramos varios caminos para llegar al objetivo. Bendito problema el de saber que existen varias posibilidades.

Reconozco que a veces me da miedo perder la coherencia. Si tengo que recurrir a que alguien me eche una mano es fácil caer en la tentación de recurrir (casi) siempre a gente muy cercana. Insisto, es lo lógico, tampoco me voy a fustigar por ello. Por eso sé que tengo que hacer el esfuerzo de buscar diferentes. A la larga saldré ganando, no tengo la menor duda al respecto.

Quiero terminar el post con un apunte sobre el miedo. Siempre he sido miedoso, es una de mis señas de identidad que me han acompañado de por vida. Pues bien, intento llevarme bien con mis miedos. Buscar diversidad a veces despierta el miedo. Pero son ya demasiadas ocasiones en las que el resultado compensa de largo ese pequeño mal trago. A veces incluso descubro que ese miedo es lo que me reafirma en la búsqueda de quien es diferente.

La diversidad, seguro que ya lo habéis adivinado, tiene que ver también, cómo no, con echar abajo la puta valla de Melilla, con empatizar con cada migrante que busca un lugar mejor en el que vivir o con respetar la decisión de quienes no se sienten parte de una comunidad. Es un ejercicio de humildad, algo de lo que aquí en REDCA, hemos hablado mucho y que llevamos por seña de identidad. Consultoría artesana, diversa y mestiza, empática y comprometida: mucho por hacer todavía, ¿verdad?

Julen Iturbe-Ormaetxe

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