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Hace dos años, me pregunté en este mismo blog sobre la función de los informes escritos en nuestro trabajo y algunas claves de la forma que suelen coger. En los comentarios Mónica, Amalio y Joserra compartían algunas claves y me hace sentido leerlas ahora y además un poco de vergüenza por no haber seguido la conversación en ese momento. 

Vuelvo sobre el tema, confío que con sensación de avance en lugar de bucle. Además, me resuena muy bien intentar recuperar un hilo de hace tiempo en este post. Creo que lo entenderéis en la lectura del texto.  

Me quiero referir ahora a los documentos intermedios. A las actas de nuestros encuentros, a una herramienta que ha cogido forma después de un trabajo, a un reporte de una sesión, etc.

Este último mes, he sido bastante explícito con un par de clientes sobre la misma forma del documento y qué debe tener para que sea un artefacto que facilite la comunicación. He invertido un tiempo en contrastar tiempo y forma. 

El disparador de esta iniciativa fue una sesión en la que parte de un equipo directivo con el que preparamos un encuentro abierto con sus colaboradores más cercanos, planteó acciones que yo no sentí alineadas con las que habíamos conversado. Hoy, creo que hay algo que tiene que ver con su forma de trabajar, pero cuando pregunté me devolvieron que el texto era farragoso y no se entendía. A partir de aquí, he dado vueltas a fondo y forma hasta dar con algo que creo nos va a ayudar.

Para realizar este pequeño “informe ejecutivo”, más visual y reducido, he pasado mis notas a limpio, escuchado los matices de cada frase, cuidado que las perspectivas puedan sentirse reflejadas, ordenado y dotado de un sentido particular al texto. Es el texto original. Para mí, entregar el resumen, es como mostrar un árbol podado. 

En el último contraste, algunas personas me pedían el desarrollo (el árbol completo). En este sentido, la diversidad en los equipos es grande y las maneras de acercarnos a estos documentos, un buen síntoma. 

Aquí es donde conecto con esta máxima que aprendimos en los procesos de desarrollo comunitario con Marco Marchioni, donde diseñábamos tres dispositivos de comunicación; de más resumido a la totalidad de lo recogido, sabiendo que era el más reducido el que alcanzaría a más personas y el más desarrollado solo a un grupo pequeño de ellas. 

Reflexionando sobre estos textos, conectaba también con otras ideas. Voy a colocarle guiones buscando hacer más sencilla y atractiva su lectura (algo tengo que haber aprendido):

  • No hay tiempo para leer.  Que la rapidez y la precrastinación (me pareció maravilloso saber que podía existir una palabra para describir esta necesidad de la inmediatez en la tarea que nos quita del tiempo necesario para estar presente, conversar y escuchar) están muy valorados en estos momentos, y a veces leer un informe en su detalle nos parece una pérdida de tiempo bastante evidente. Somos malabaristas del tiempo y la tarea. La profundización se penaliza. 
  • Sobre lo significativo en los informes. Hubo una literatura de la consultoría que era realmente un bestseller. Aquella que tomaba las decisiones en mi nombre. Me escuchabas, te trasladaba mis objetivos y situación y tú me proponías las acciones a desarrollar. Estos textos eran (seguirán siéndolo) muy valorados y remunerados. Si en tu texto lo que planteas es una imagen de lo que está ocurriendo y propuestas para construir escenarios alternativos es como si la trama ya no enganchase tanto. 
  • Pensar en la necesidad del destinatario. A veces, pienso que hay algo de estos textos que tiene que ver más con mi necesidad de ordenar lo escuchado que con un espejo que ayude a avanzar. Creo que es clave conectar con la necesidad de las personas que acompañamos y esto se puede y debe preguntar.
  • Las nuevas tecnologías y la atención. No os cuento nada nuevo con el reto que tenemos en relación a la atención hackeada para sustentar los dividendos de las grandes tecnológicas. Solo os comparto una sensación bastante novedosa por mi parte. Es como si se hubiera instalado una sensación de que lo escrito (por ejemplo, podría pasar con este post) se ha podido generar por una IA y, por tanto, no merece ser leído. Es como si la despersonalización de la autoría esté hoy relativizando todavía más los textos. 
  • Información cuantitativa como complemento. Se referían Amalio y Joserra en sus comentarios a la necesidad de adjuntar algún tipo de dispositivo más cuantitativo. Es algo que viene cogiendo forma en el último tiempo en mi manera de trabajar. Muchas veces acordamos una serie de indicadores a partir de un pequeño ritual sobre el futuro deseado y trabajamos con ejercicios de pre-test y post-test. Mentimeter (algún día le dedicaré un post a esta herramienta) se está desvelando como una aliada bien interesante. 
  • Continuar un relato con sentido. Lo he conversado varias veces con profesorado universitario, y lo hablaba hace solo unos días de manera explícita con un buen amigo. Nosotros, las y los profesionales de la consultoría y el profesorado tenemos el proceso en la cabeza y unimos todas las sesiones como un continuo. Ellos, nuestros clientes y el alumnado, encadenan sesiones, hitos, necesidades… y se acercan al encuentro con nosotras y nosotros con su propia música interior que sintoniza, o no, en el momento concreto de la conversación o sesión. De alguna forma somos una especie de “protectoras o protectores del relato”. Aportamos, o eso creemos, sentido a cada acción en su globalidad y somos leales a los objetivos de la primera encomienda. 

Hasta aquí, puedo rescatar de todo lo rumiado estos últimos meses. ¿Cómo es para vosotros y vosotras?

Asier Gallastegi

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