Me dicen las redes sociales que ya han pasado 13 años desde que ultimásemos en Málaga los detalles de la declaración artesana y al revisarla, sigue pareciéndome tremendamente sólida, como todo aquello que está pensado a consciencia y sin estridencias; no puedo evitar sonreír al intuir en ella la mano de colegas que, estoy seguro, en la Edad Media, hubieran sido constructores de catedrales góticas por aquello de que lo que elaboran está tan bien hecho; que se podría decir que es para siempre si no fuera porque nosotros despareceremos antes.
No obstante, al leerla también me veo a mí en mis inicios post empresariales y miro con cariñosa nostalgia a aquel que era entonces y en el que no me identifico ahora, ya sea porque esté en un momento distinto o puede que también sea porque, sin saberlo, nunca me haya identificado del todo ya que, con los años, he aprendido a distinguir entre lo que quiero y lo que quiero querer y entre quien soy y quien creo ser, soy más sincero conmigo mismo y me atrevo más a decirme la verdad de lo que pienso, creo y siento; de ahí que cada vez tienda más al silencio, porque hablar no me permite escuchar ni escucharme.
En la Declaración decimos que buscamos divertirnos en cada trabajo y, con el tiempo, veo que no sé si lo he buscado, pero divertirme, lo que se dice divertirme, me he divertido poco. Eso no quita que en muchas ocasiones haya salido satisfecho de lo que he considerado un trabajo bien hecho, o de que haya disfrutado enredándome en la interacción con el grupo de personas, pero divertirme no sería la expresión que utilizaría si pienso en las horas de preocupación invertidas para resolver cuestiones, en la pereza que me sobreviene siempre que he de exponerme públicamente, en hacer frente a los mismos obstáculos y resistencias, en las dudas que me han asaltado ante las propuestas o diseños que he presentado y en la necesidad que he tenido de aceptar ciertos proyectos o amoldarme a ciertas exigencias para garantizar una buena relación con el cliente; no, no me he divertido, como mucho he llegado a casa satisfecho de cómo han ido las cosas, de que tal o cual intervención ha funcionado o de haber salido indemne de una dura jornada de trabajo, pero, en general, no me he divertido y ahora, la verdad, ya no busco divertirme.
Para mí la consultoría ha sido y sigue siendo la manera profesional de compartir los resultados de mis inquietudes intelectuales y personales –si es que hay alguna distinción en ellas– con aquellas personas con las que he colaborado, porque, eso sí, siempre he tenido claro que trabajo con las personas, personas que forman parte de organizaciones, claro, pero que me trasladan unas necesidades que se supone que son de la organización, a través de sus sesgos particulares, algo inevitable en cualquier interacción humana. Mediante la consultoría, decía, he vehiculizado el resultado de mi inquietud por comprender las claves del funcionamiento de las personas en las organizaciones, lo cual es lo mismo que decir, del funcionamiento de las personas entre sí en entornos organizados, tanto juntas como de cada una en su individualidad. Y las organizaciones con las que colaboro han contribuido a este trabajo comprensivo, dejándome habitar en parcelas de su realidad. Esta ha sido la principal transacción en los años que llevo de consultor, esta y poder vivir de ello, claro.
Veo que lo que he ofrecido a lo largo de los años es más un punto de vista en constante evolución que una técnica artesanal. En realidad, respecto a esto último he seguido en mis inercias de siempre, es cierto que he aprendido de mis colegas y he incorporado algunas técnicas de acuerdo con mis posibilidades, necesidades y capacidades, pero no ha habido un cambio sustancial que marque un antes y un después, sigo haciendo las cosas de forma muy parecida. Sin embargo, he invertido la gran mayoría de mis recursos personales en la creación de una narrativa propia que ha sido la que ha ido dictando la melodía a mi mano, algo que no creo, en absoluto, que sea singular y que solo me pase a mí, pero sí que puede suponer una diferencia en el modelo de consultoría que se ofrece. Cuando se antepone el marco narrativo a la metodología de trabajo, entonces, más que de consultoría artesana, estaríamos hablando de consultoría de autor, algo que sí que establece una diferencia entre unas prácticas de la consultoría y otras, sin que por ello, en ningún caso, tengan que ser excluyentes la artesanía y la generación de conocimiento, se trata simplemente de dónde se halla el punto de apoyo, si en el cómo o en el porqué.
La creación de una narrativa propia que permita comprender y actuar sobre la realidad con la que se trabaja puede hacerse vertical u horizontalmente, es decir, profundizando en un punto o transitando de un punto a otro. La profundización permite la especialización y repercute en la identidad que se proyecta, algo que está muy bien por varias razones, una es que te da más seguridad sobre lo que dices o haces, la otra es que es más fácil que se te identifique claramente en un tema, lo cual aumenta la probabilidad de que se te tenga en cuenta cuando alguien tenga una necesidad que esté relacionada con tu ámbito de conocimiento.
En mi caso, no ha sido así, nunca un punto de apoyo me ha parecido lo suficientemente sólido como para capturar toda la atención y profundizar en él; aunque siempre me he dedicado al cambio en las organizaciones. He tocado todo tipo de melodías: la planificación, la mejora continua, la comunicación, el trabajo en equipo, el liderazgo, las comunidades, la autogestión, la colaboración, la gestión del conocimiento, etc.. Cada uno de estos puntos iba activando otro que se incorporaba a mi relato de manera principal mientras los anteriores iban perdiendo resonancia e incluso diluyéndose hasta desaparecer.
Con el tiempo he sido consciente de que este transitar nunca ha tenido el propósito de conocer nuevas cosas, nunca ha sido aditivo, ni tampoco se debe al aburrimiento, sino que ha sido la consecuencia directa de la colisión de mi discurso con la realidad que estoy viviendo en aquel momento. Sí, mi tránsito siempre ha sido debido a una decepción, a una micro decepción si se quiere, por no ser tan extremo. A menudo los discursos nos hacen vivir realidades paralelas a las que se dan en el día a día. Es más, estos discursos pueden ser compartidos entre varias personas creándose el equivalente a mundos propios donde estos discursos se refuerzan y se reafirman, al margen de la cruda realidad determinada por la cultura y el modus operandi de las organizaciones. La gestión del cambio y todos sus afluentes como la innovación, el conocimiento o el super liderazgo suelen ser un buen caldo de cultivo para la creación y supervivencia de estos lobbies extraterrestres.
Mi tránsito particular me ha llevado a la convicción de que cualquier cambio que se quiera llevar a cabo en el entorno ha de partir, en primer lugar, de la voluntad consciente y sincera de querer cambiar, sin ese deseo prendido en el alma, el cambio que se impulsa no suele pasar de ser un espejismo que se desvanece con el tiempo, como ya habréis podido comprobar.
En segundo lugar, para gestionar el cambio uno ha de cambiar, no hay otra. Moverte de un lugar a otro comporta que tú mismo o tú misma abandones el lugar en el que estabas, y llevar a cabo un cambio personal, sea de la magnitud que sea, exige cierta capacidad de autoconsciencia respecto a quien se está siendo.
Y todo esto me lleva a ahora. En estos trece años he ido viajando de lo macro a lo micro; en el momento actual estoy trabajando en aquellos aspectos relacionados con la transformación personal necesaria para impulsar el cambio, ya sea en un equipo o en una organización; pura consultoría de autor con una praxis artesana; no creo que vaya ya mucho más allá, lo siguiente sería meterme en biología molecular y me queda un poco lejos, uno ya tiene sus años.
—
La imagen es de markusspiske y está en Pixabay
- Sencillo, pero no fácil - 01/10/2024
- Para mí, no se trata de ciencia - 09/07/2024
- Condiciones de oficio - 14/05/2024
Me ha gustado mucho leerte Manel. No sé si en biología molecular pero en antropología del cerebro te veo claramente 😀 Te leo apoyado en las palabras como antes pero más directo y claro. La forma se pone al servicio del mensaje con mas fuerza aún. Creo que es parte de tu viaje. Me gusta cómo nos cuentas a quienes cada vez somos más conscientes de la suma de proyectos como un itinerario profesional y personal. Que, al servicio de las necesidades de las personas y organizaciones con las que trabajamos, también damos espacio para tejer desde nuestras inquietudes y frustraciones. Seguimos, aún no hemos parado y seguramente hay un viaje que vamos a caminar por mucho tiempo más.
Me alivia ver a una persona que ya ha hecho el recorrido ante el que yo en parte me encuentro ahora. Tengo el propósito de incorporar más disfrute a mi vida, y me sirve esta experiencia para tener cuidado con las expectativas.
Gracias, Manel, se nota la sinceridad en tus palabras.
Decías en el artículo que enlazas: «Tomar distancia del parloteo mental, viendo los pensamientos pasar, desaparecer y transformarse, esto es silenciarse». De éste se desprende que estás en un punto muy avanzado de lo que allí relatabas.
Tus artículos me suelen requerir más de una lectura, no por difíciles de entender, sino porque me van haciendo parar a reflexionar. Pero es como ver una película que te gusta, que no quieres estar parando porque quieres llegar al final, sabiendo que la disfrutarás como corresponde en el siguiente visionado. De esta primera que quedo con una expresión que no es la primera vez que te escucho, pero que la he tenido en mente últimamente en varias situaciones de trabajo que me han surgido: “pura consultoría de autor con una praxis artesana“.
Y sigo teniendo pendiente otra relectura de “Cómo aprender en consultoría”. A ver si llego al punto en el que mi evolución personal, también muy relacionada con lo que siempre he sido, deja de chocar con las imposiciones temporales del contexto. Pero todo llegará.
Gracias. Por tus ideas y por tu sinceridad. Un abrazo Manel!
Hola, Manel. Te leo ahora de noche desde un hotel de Monterrey, México. Me ha encantado tu post con el que me identifico muchísimo. Muy de acuerdo con que «más que de consultoría artesana, estaríamos hablando de consultoría de autor». Y con muchas más ideas, sinceras, que compartes. Aupa, Manel!!
Muchas gracias Manel por tu relato sincero y profundo. Me parece admirable cómo extraes la esencia de las situaciones por las que transcurre tu vida profesional. Más admirable aún tu apuesta por el “todo o nada” . O transformación personal o “bla, bla, bla”. Muy inspirador, la verdad. Me encanta tu giro hacia lo “micro” y que des la batalla a ese nivel. Vas a tener mucho que contar!