Si formáis parte de quienes hemos sentido atracción por el concepto de la consultoría artesana, supongo que es ineludible citar a Richard Sennett. En 2008 publicó en Yale University Press The Craftsman, el libro que nos animó a avanzar en esta forma tan particular de entender nuestra profesión. Al año siguiente, en 2009, con la traducción de Marco Aurelio Galmarini, El artesano vio luz en castellano de la mano de Anagrama en su Colección Argumentos. Comenzamos la secuencia de posts de 2024 en el blog colectivo de REDCA, la Red de Consultoría Artesana, con diez extractos especialmente seleccionados del libro de Sennett. Ahora bien, si aún no lo has leído, ya estás tardando 😉
Sobre el taller como herramienta de mejora de habilidades y competencias:
En el trabajo artesanal tiene que haber un superior que establezca patrones y dé formación. En el taller, las desigualdades de habilidad y experiencia se convierten en un asunto de relaciones personales. El taller exitoso depositará la autoridad legítima en personas, no en derechos y deberes preestablecidos en un papel.
Sobre la relevancia de la ética:
Tener «autoridad» es algo más que ocupar un lugar honorable en una red social. Para el artesano, la autoridad reside igualmente en la cualidad de sus habilidades. Y en el caso del orfebre, las buenas habilidades que establecía la autoridad del maestro eran inseparables de su ética.
Sobre convivir con la imperfección:
El buen artesano tenía que adoptar la advertencia de Voltaire: tenía que aceptar su propia imperfección.
Sobre la pérdida de control y la comparación con las máquinas:
Un trabajador «extravagante», exuberante y entusiasmado está dispuesto a correr el riesgo de perder el control de su trabajo; cuando las máquinas pierden el control, se averían; cuando las personas lo pierden, hacen descubrimientos, tropiezan con afortunados accidentes. En la pérdida de control, al menos temporalmente, ve Ruskin la receta de la buena artesanía y una guía para su enseñanza.
Sobre la finalidad de nuestro trabajo:
La categoría de artesano abarca más que la de artesano-artista; hombre o mujer, representa en cada uno de nosotros el deseo de hacer algo bien, concretamente y sin ninguna otra finalidad.
Sobre la repetición:
Repetir una y otra vez una acción es estimulante cuando se organiza mirando hacia delante. Lo sustancial de la rutina puede cambiar, metamorfosearse, mejorar, pero la compensación emocional reside en la experiencia personal de repetir. Esta experiencia no tiene nada de extraño, todos la conocemos: es el ritmo.
Sobre la ambigüedad:
Los grandes proyectos adolecen de sobredeterminación de la forma, de excesiva adaptación a una finalidad; con el cambio histórico, como sucede inexorablemente, los edificios estrictamente definidos se vuelven obsoletos. Así las cosas, el buen artesano urbano está dispuesto a seguir el consejo del maestro zen, trabajar menos agresivamente, aceptar de buen grado la ambigüedad.
Sobre la necesidad de «parar»:
El buen artesano aprende cuándo es el momento de parar. Es probable que más trabajo solo empeore las cosas.
Sobre una forma diferente de entender «la profesión»:
Hoy predominan los empleos aleatorios; se piensa que, en el curso de la historia laboral, la gente ha de desplegar un abanico de destrezas en lugar de cultivar una única habilidad; esta sucesión de proyectos o tareas erosiona la creencia de estar llamado a hacer bien una sola cosa. La artesanía parece particularmente vulnerable a esa posibilidad, puesto que se basa en el aprendizaje lento y en el hábito.
Sobre ampliar significados:
El saber artesanal tiene como fundamentos tres habilidades básicas: la de localizar, la de indagar y la de desvelar. La primera implica dar concreción a una materia; la segunda, reflexionar sobre sus cualidades; la tercera, ampliar su significado.
Imagen generada con IA vía Bing.
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